El aborto, la salud pública y la desigualdad social
Ariana Macaya Lizano
Facultad de Derecho
Universidad de Costa Rica
13 de julio de 2018
El 26 de noviembre de 1974, la gran Simone Veil, sobreviviente de Auschwitz, Ministra de Salud de un gobierno de derecha, tomó el micrófono de la Asamblea Nacional para defender el proyecto de ley que despenalizó el aborto en Francia. En su introducción advertía que “hemos llegado a un punto en el que, en este tema, las autoridades públicas ya no pueden evadir sus responsabilidades. Todo lo demuestra: los estudios y el trabajo llevado a cabo durante varios años, las audiencias de su comisión, la experiencia de otros países europeos. Y la mayoría de ustedes lo saben: no podemos evitarlos abortos ilegales y no podemos aplicar la ley penal a todas las mujeres que sean susceptibles de sufrir los rigores. ¿Por qué no abrir los ojos? Porque la situación actual es mala. Incluso diré que es deplorable y dramática”.
Más de 40 años después, esta situación deplorable y dramática sigue siendo la realidad de muchos países en donde se continúa penalizando el aborto.En el tema del aborto se entrelazan diferentes dimensiones. En nuestro entorno, el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo se ha mantenido en una dimensión moral y religiosa, muchas veces influenciado por los argumentos de los grupos mal llamados“pro vida”. No se pueden negar las implicaciones éticas de este debate,sin embargo, el derecho positivo no puede, ni debe, venir a resolver dilemas éticos y lo único que puede ofrecer es un respeto a la diversidad de posiciones morales y religiosas. De esta forma, en ningún país en donde el aborto es permitido se puede obligar a una persona a abortar.
Pero el tema del aborto tampoco puede reducirse a su dimensión ética. Los recientes debates en Irlanda y Argentina subrayaron un aspecto esencial: la problemática del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo es, sobre todo, un asunto de salud pública y de desigualdad social sobre los cuales, como nos advertía Simone Veil,los poderes públicos no pueden guardar silencio. En efecto, según datos recopilados por la Organización Mundial de la Salud entre 2010 y 2014, 3 de cada 4 abortos ocurridos en África y Latinoamérica (regiones en donde la penalización suele ser la regla)son inseguros. Cada año entre un 4.7 a un 13.2% de las muertes maternas pueden ser atribuidas a abortos inseguros. Además, cada año,cerca de 7 millones de mujeres son hospitalizadas en los países en desarrollo a consecuencia de abortos inseguros, generando un gasto anual cercano a los 553 millones de dólares.
Asimismo, como lo subrayaba la diputada argentina Gabriela Lospennato en su contundente discurso ante la Cámara de Diputados: “Quisieron hacernos creer que lo que estamos debatiendo es aborto sí o aborto no, pero esta sociedad ya no se engaña más a sí misma, esta sociedad ya sabe que el único debate es aborto legal o clandestino”. En efecto, la penalización del aborto no frena esta práctica,lo único que hace es volverla más insegura o limitar su acceso alas clases más ricas que pueden costearse viajes hacia países en donde está permitida. Legislar sobre este tema y despenalizarlo, lejos de promover y de aumentar el número de abortos, permite una mejor regulación. De esta forma, un estudio publicado en el European Journal of Public Health (2001) que analizó los registros de abortos de mujeres españolas en Inglaterra y Holanda desde 1974 y en España desde 1986, concluyó que la despenalización del aborto de 1985 en España no tuvo un efecto observable en la evolución de la tasa de aborto, pero sí en la reducción de desigualdades sociales en el acceso al mismo.
No podemos seguir silenciando los hechos, no podemos evadirla responsabilidad del Estado en la protección de los derechos reproductivos de todas las mujeres. La despenalización del aborto, enmarcada dentro de una regulación integral que incluya un mejor acceso ala contracepción y una educación sexual y afectiva comprensiva, es la mejor vía para defender la vida de las mujeres, para hacer de la maternidad una conducta deseada -no impuesta- y para evitar las desigualdades asociadas al aborto clandestino y a la imposición de penas de cárcel a mujeres muchas veces en condición de vulnerabilidad.Ojalá nuestros gobernantes sepan hacer suyo el slogan que entonaban las mujeres argentinas en la plaza del Congreso: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.
* Artículo publicado originalmente el día miércoles 19 de junio de 2018, en la sección Página Abierta del Diario Extra.

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Dra. Marcela Moreno Buján.
Diseño: Orlando Aguirre Quirós.

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